En el undécimo trabajo Hércules delimita claramente cuál debe de ser la línea de trabajo del discípulo: la del servicio desinteresado e impersonal, carente de cualquier esperada gratificación o retribución por las acciones emprendidas. Es la vivencia del servicio con ausencia del ego inferior y en favor de los demás.
Hércules acordó con el rey Augías limpiar el estiércol acumulado de por vida en los establos del reino. Esta acumulación de estiércol estaba devastando vidas y tierras.

Para lograrlo, Hércules ingenia derribar los muros de los establos y desvia el curso de las aguas de los dos ríos colindantes con el objeto de hacerlos confluir a través de los establos y limpiar con su fuerza las inmundicias acumuladas.

Cada ser humano acumula un sinfín de despojos similares a lo largo de su dilatada evolución. Son los deshechos generados por el cúmulo de actitudes instintivas, deseos y pensamientos egocentrados que a lo largo de encarnaciones que han ido conformando egregores propios y colectivos. Egregores que continúan magnetizando la dirección de la conducta de todos los seres en evolución y dilatando el advenimiento de nuevos albores de la humanidad.

No es posible limpiar toda esta escoria en el mismo establo donde se genera la inmundicia, hay que romper los muros del establo para permitir, como Hércules, la limpieza y la purificación de todos esos egregores acumulados en nosotros. Derribar los muros para que penetre el agua de los ríos es como hacer permeable nuestra personalidad al agua de vida y amor de nuestra Alma, agua de vida y amor que todo lo purifica.

Los dos ríos que encauza Hércules son los canales sutiles Ida y Pingala equilibrados y confluyendo en Sushumna. Cuando el discípulo actúa desde la impersonalidad y guiado por el Alma puede reconducir la fuerza de su fuego sagrado para purificar el efecto de su escoria en la acción del día a día, en la acción del momento a momento.

Esta reconducción se logra mediante la atención plena en el instante presente. De esta forma, desviamos el curso instintivo de las aguas, transformándolas en agua de vida y amor que purifica nuestro karma y nos implica en el verdadero y único servicio: el impersonal y sin apego al fruto de la acción.

Betania
2015