EL DISCÍPULO
Tu lenguaje, Señor, es muy sencillo,
mas no así el de tus discípulos
que hablan en tu nombre.
Yo comprendo la voz de tus alas
y el silencio de tus árboles.
Comprendo la escritura de tus estrellas
con que nos explicas el cielo.
Comprendo la líquida redacción de tus ríos
y el idioma soñador del humo,
en donde se evaporan
los sueños de los hombres.
Yo entiendo, Señor, tu mundo,
que la luz nos describe cada día
con su tenue voz.
Y beso en la luz la orilla de tu manto.
El viento pasa enumerando
tus flores y tus piedras.
Y yo, de rodillas,
te toco en la piedra y en la flor.
A veces pego mi oído
al corazón de la noche
para oír el eco de tu corazón.
Tu lenguaje es sencillo, mas no así
el de tus discípulos que hablan en tu nombre.
Pero yo te comprendo, Señor.
EL ÚLTIMO VIAJE
Sé que en la tarde de un día cualquiera
el sol me dirá su último adiós,
con su mano ya violeta,
desde el recodo de occidente.
Como siempre habré musitado una canción,
habré mirado una muchacha,
habré visto el cielo con nubes
a través del árbol que se asoma a mi ventana.
Los pastores tocarán sus flautas
a la sombra de las higueras,
los corderos triscarán en la verde ladera.
que cae suavemente hacía el río;
el humo subirá sobre la casa de mi vecino…
Y no sabré que es por última vez…
Pero te ruego, Señor: ¿podría saber antes de
abandonarla, por qué esta tierra me tuvo entre sus brazos?
Y, ¿qué me quiso decir la noche con sus estrellas?
Y mi corazón, ¿qué me quiso decir mi corazón?
Antes de partir, quiero demorarme un momento, con el pie
en el estribo, para acabar la melodía que vine a cantar.
¡Quiero que la lámpara esté encendida para ver tu rostro, Señor!
Y quiero un ramo de flores para llevártelo, Señor,
sencillamente.
Rabindranath Tagore
Poesías
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