Escenario

Jardín frente a la casa de Lázaro, su madre y sus hermanas, en Betania.

Época

Fin de la tarde del lunes, un día después de la resurrección de Jesús de Nazareth en su sepulcro.
Al levantarse el telón, MARÍA está a la derecha, mirando hacia las montañas. MARTA está sentada con su telar cerca de la puerta, a la izquierda. El LOCO está sentado en un rincón de la casa, a la izquierda, recostado contra la pared.
56hfndMARTA (volviéndose hacia María): No estás trabajando. No has trabajado mucho estos últimos días.
MARÍA: No estás pensando en mi trabajo. Mi indolencia te hace pensar en lo que dijo nuestro Maestro, ¡el amado Maestro!
LOCO: Día vendrá en que no habrá tejedores y nadie usará ropas. Todos nosotros estaremos desnudos bajo el sol. (Se produce un largo silencio. Las mujeres parecen no haber escuchado lo que dijo el Loco. Nunca lo oyen)
MARÍA : Se está haciendo tarde.
MARTA: Sí, ya losé. Se está haciendo tarde.
(Entra la Madre, saliendo de la puerta de la casa).
MADRE: ¿Él aún no volvió?
MARÍA- No, madre, él aún no regresó.
(Las tres mujeres miran hacia las montañas.)
LOCO: Él nunca volverá. Lo que podrán ver será solamente una respiración dentro de un cuerpo.
MARÍA: Tengo la impresión de que él aún no volvió del otro mundo.
MADRE: La muerte de nuestro Maestro lo amargó profundamente. Durante estos últimos días, casi no comió nada y yo sé que pasa las noches sin dormir.: Debe haber sido la muerte de nuestro Amigo.
MARTA: No, madre. Hay alguna otra cosa, algo que yo no comprendo.
MARÍA : Así es. Hay alguna otra cosa. También yo lo sé. Hace muchos días que lo sé, pero no le encuentro ninguna explicación. Los ojosde él son más profundos. Me miran como si estuviesen viendo algo más a través de mí. Es tierno, pero su ternura es para alguien que no está presente. Y se queda en silencio, tan silencioso como si tuviese     el sello de la muerte sobre los labios.
(Cae el silencio sobre las tres mujeres)
LOCO: Todos miran a través de alguien para ver a otra persona.
MADRE (rompiendo el silencio): Sería bueno que él volviera. Últimamente ha pasado muchas horas en aquellas montañas, solo. Debiera estar aquí, con nosotros.
MARÍA: ¡Hace mucho tiempo que el no ha estado con nosotros, madre!
MARTA: ¡Oh, no! Él siempre ha estado con nosotros. ¡Sólo faltó estos tres días!
MARÍA: ¿Tres días? ¡Tres días! Sí, Marta, tienes razón. Fueron solamente tres días.
MADRE: Me gustaría que mi hijo volviera de las montañas.
MARTA: Vendrá enseguida, madre. No debes preocuparte.
MARÍA (con una voz extraña): A veces siento que él nunca más volverá de aquellas montañas.
MADRE: Si él volvió del sepulcro, ciertamente regresará de aquellas montañas. ¡Ay, hijas mías, cómo duele pensar que Aquél que nos restituyó la vida de él, ayer fue muerto!
MARTA: Hay en eso un gran misterio y un gran dolor.
MADRE: ¡Y pensar que pudieron ser tan crueles con Quien trajo a mi hijo de vuelta a mi corazón!
(Un silencio)
MARTA: Pero Lázaro no debiera quedarse tanto tiempo en las montañas…
MARÍA: Es fácil para una persona que sueña, perderse entre los olivares. Yo sé de un lugar donde a Lázaro le gustaba sentarse y soñar, en silencio. Junto a un pequeño arroyo, madre. Quien no conoce el lugar es muy capaz de no encontrarlo. Una vez me llevó allá, y nosotros nos sentamos sobre dos piedras, como criaturas. Era primavera y las florecillas crecían junto a nosotros. Hablábamos muchas veces de ese lugar durante el invierno. Y siempre que él hablaba de ese lugar había un brillo extraño en sus ojos.
LOCO: Sí, una luz extraña, la sombra proyectada por la otra luz.
MARTA: Y tú sabes, madre, que Lázaro siempre estuvo ausente de nosotros, aunque estuviese junto a nosotros.
MADRE: ¡Dices tantas cosas que yo no puedo comprender! (Pausa) Desearía que mi hijo ya estuviera de vuelta. (Pausa) Tengo que entrar. Es necesario no dejar cocinar demasiado las lentejas.
(La madre sale por la puerta de la casa)
MARTA: Me gustaría comprender todo lo que dices, María. Cuando hablas es como si alguien más estuviese hablando.
MARÍA (con voz un poco extraña): Ya lo sé, querida hermana, ya lo sé. Siempre que hablamos es otra persona la que está hablando.

(Hay un prolongado silencio. María está completamente ensimismada en sus pensamientos y Marta la observa con una pizca de curiosidad. Lázaro entra, recién venido de las montañas, por la izquierda, al fondo. Se acuesta en la hierba, bajo los almendros próximos a la casa).

 

Gibran K.G.
Lázaro y su Amada

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